Entradas

Perfume

Imagen
No sé qué les sucede a las mañanas... a mis mañanas quiero decir. Despertarme antes que el despertador, y quedarme viéndolo por largo tiempo, con detenimiento, como velando su sueño, hasta que de pronto suena y lo apago para que haga el menor ruido posible, para que no arruine esta quietud enfermiza. Luego levantarme, poner algún disco en el tornamesa, usualmente Miles, destruirme la poca mañana en tanto sonido metálico de una trompeta quizá más atormentada que yo. Y entonces el cigarro encendido en el cenicero, y las dudas de si meterme en la cama para siempre, o si ir por una ducha, y arrancarle segundos a ese tiempo maldito que no sabe más que andar y andar. Y lo curioso es que, en medio de esa prisa inmisericorde, el sonido de los platillos tocados con espumas, suaves, en compases de 12/8, me brinda esa deliciosa esperanza de que todo puede irse a la velocidad que quiera, pero yo pondré mi propia velocidad. Tienes razón, Miles... so what? Una pitada, dos pitadas, escudriñar tras la

Óleo de un hombre sin sombrero

Hoy me he puesto a pintar, como no lo hacía hace mucho tiempo. Siento que he devorado mi lienzo, lo he destruido y rearmado mil veces, y siento la furia de tener que vomitar todo lo que soy de una vez por todas, sin parar, sin dormir, sin ducharme, para no ser asesinado por mí mismo. Hoy, luego de mucho tiempo, siento este olor a acrílico, a plástico, a melancolía, a vino barato, y nuevamente tengo las manos cuarteadas, manchadas de mí, de mi azul repugnante, de mi amarillo cobarde, de mi verde frustrado, de mi rojo sangre, y me encuentro nuevamente cara a cara con el más terrible de mis demonios, que me deja espatulado en cada rincón de este lienzo sin tregua. Cada trazo que va es una puñalada a mí mismo, certera, profusa, limpia. Y en cada toque de color se me va una lágrima, y luego otra, y entonces el viaje no tiene retorno... la vehemencia se apodera de mí, y el pavor se confunde en colores negros y grises. Hoy he vuelto a verme en mis lienzos, escondido en el rincón de mi habitac

Run away

Imagen
Lo más grave de enfrentarse a uno mismo es saber que vamos con todas las de perder. No se trata simplemente de tomar una profunda bocanada de aire, de ajustarse fuertemente la correa, de ponerse apretado el nudo de la corbata, de fumarse un cigarro para hacerse compañía. Es mucho más. Y quizá todo pueda comenzar cuando nos peinamos frente a un espejo que nos muestra crudamente ese pliegue de seriedad en la frente, la mirada perdida, la seriedad de esas que no dicen nada, y más bien son un pedido de auxilio. Así sabe uno que está por enfrentarse a si mismo, y que seguramente la batalla vendrá complicada. No sé si pueda responderte qué tenemos que hacer. Lo más probable es que te dé un consejo que yo mismo no sepa cómo poner en práctica, y al final la noche se le cae a uno encima como el pie de un gigante, y no queda más que someterse, y acostarse sabiendo que la daga se va clavando cada vez más. Entonces habrá que salir corriendo, apoyarse en la pared más cercana, vomitar, no mi

Si de crecer se tratara...

Imagen
Hay muchas maneras de saber si uno ha crecido. Yo recuerdo mucho una jirafita, que no tendría más de un metro cincuenta, con muchísimos colores, y donde mi mamá marcaba con un lápiz cuánto había crecido en lo que iba del año. Otra medida resultaba también cuánto tenía que empinarme para prender las luces. Era una suerte de malabar, sujetándome fuerte del marco de la puerta para poder empinarme, y dando un pequeño saltito hasta llegar a prender la luz. Lo mismo era con el timbre de la casa. Era un reto el lograr que alguien note que estaba al otro lado de la puerta, si es que el salto no me salía tan alto. Y recuerdo también que los pantalones, de pronto, se volvían más chiquitos, más cortos, y quedaban al trinquete, y entonces había que decirle a mamá, o a papá, que era necesario bajarle un poquito a la basta. Estaban, también, los retos con mi hermano, poniendo la mano al tope de la frente, hacia la frente del otro, y demostrar que ya no era uno tan bajito como decían. Es curioso, per

No es conforme, doctor

Imagen
Supongo que el día en que nací estuve en desacuerdo con el hecho de que me hayan sacado de mi húmedo espacio. Estoy seguro de eso, porque aunque suene algo vallejiano, yo nací disconforme. Cuando estuve metido en casa, porque la edad no me daba para otra cosa que fastidiar, mi hermano ya iba al jardín de infantes, y entonces tenía cosas que hacer, muy complejas, como palotes y bolitas, y claro, yo no quería quedarme atrás. Así que me pasé muchas tardes llorando y jorobando, porque embebido por aquél espíritu japonés workoholic, quería que me dejaran trabajo a mí también. Como siempre sucede el tiempo pasó como debía pasar, y entonces finalmente llegué al nido, y me dejaron los palotes, y las bolitas, y hasta unas cosas llamadas bastones, y todo el rollo. Pero, seguramente, a mi hermano también se lo dejaron solo que en el siguiente nivel, y entonces cambié de parecer ipsofacto, y ahora quería aprender a escribir mi nombre, y pintar sin salirme de la línea como lo hacía mi hermano, y a

Geométricamente Literario

Imagen
Las posiciones acerca de si es válida o no la técnica de la Pirámide Invertida llevan mucho tiempo encontradas. Sin embargo, cabe preguntarse si luego de tantos años de su existencia sea verdaderamente necesaria su aplicación, o sea tal vez mera adhesión a un formato establecido. Veamos. Construyendo una pirámide El inicio de esta técnica de redacción de noticias fue acuñada por la agencia norteamericana The Associated Press , allá por 1800, tomando como base (quién sabe), el hexámetro interrogativo del retórico hispanolatino Quintiliano, que servía para responder sobre las "circunstancias" de los hechos: quis, quid, ubi, quibus auxiliis, cur, quomodo y quando? (¿Quién, qué, dónde, por qué medios, por qué, cómo y cuándo?). El punto de partida de la AP fue básicamente la necesidad de la agencia, de enviarles a todos sus asociados información que ajuste estrictamente a los hechos, eliminando cualquier tipo de valoración personal o subjetiva. Y además, por el plus de que

Monsieur Frank

Imagen
Escuchar a Sinatra, un sábado de éstos, grises, bien Lima, tristes, con nudos en la garganta, en medio de una soledad que ya termina por atosigar, puede acarrear tantos significados. Por ejemplo, están los que añoran el sombrerito pequeño, pero viril, el sobretodo impecable, bajo una lluvia neoyorquina, o parisina al menos, la sonrisa ganadora y galante, las sonrisitas dulces y coquetas en respuesta, de damiselas de blondas cabelleras, que corren en puntitas de pie hasta la acera de enfrente, tapando sus sonrisas entre sus manos. Pero Frank es mucho más. Es, también, la provocación a llevarse un cigarrillo a la boca, ojo, siempre con la pose canchera del tipo del abrigo y sombrero, que sonríe a diestra y siniestra, apoyado en un poste. Y de vez en cuando silba una tonadita, y da brincos, bailoteando hasta el próximo poste, en plena noche, donde todos los ojos están puestos sobre él. O puede que opte por irse a un bar, finísimo, sentarse a la barra, pedir un vodka, mientras mira solapad